No sé cómo sería hoy si no hubiese sufrido acoso escolar. Tal vez si
hubiese sido popular, ahora sería imbécil», confiesa en voz baja Miriam
Giovanelli (Roma, 1989) mientras la maquillan. Y así, de un brochazo,
desmonta la imagen que podríamos tener de ella. «De las connotaciones
negativas de esa experiencia no soy consciente, ni quiero serlo. Fue muy
duro. Pero dejando de lado que esa etapa fue horrible, lo que estoy
recibiendo ahora es maravilloso». Como ser una de las protagonistas de Galerías Velvet,
que además de en España, ya se emite en México, en Italia y, pronto, en
Francia. O tener dos películas a punto de estrenar: la coproducción
hispano-americana Violet, de Luis Verdejo, y La vita oscena, de Renato De Maria, que rodó en Italia.
En ese país también es una estrella gracias a éxitos como I 2 soliti idioti, de Enrico Lando, o Drácula 3D,
de Dario Argento, en la que trabaja con Rutger Hauer y Asia Argento.
Pero el acoso sí ha marcado su manera de relacionarse. «Sé lo difícil
que es que una persona entre en un grupo y por eso intento que todo el
mundo se sienta cómodo. O recibir una mirada amable al cruzarte con
alguien. No ser invisible».
¿La imagen sexy que proyecta es una forma de reafirmarse ante los demás?
En mi vida personal mi actitud es muy poco sexy y seductora.
No intento gustar todo el tiempo. Otra cosa es lo que la gente vea. Como
esos hombres que se te acercan con una idea equivocada, pero no solo
esos incomodan a las actrices. Un maleducado se comporta siempre como
tal, y punto.
Entonces, de bomba sexual nada.
No puedo dejar de tener pecho, culo y la boca grande. Pero todos los
proyectos que rechacé fueron porque se basaban solo en ser sexy, salvo en Drácula, porque si una vampiresa no es sensual, apaga y vámonos.
Es más, se llegó a publicar que esos rasgos eran fruto de la cirugía.
Se han dicho muchas cosas. Por ejemplo, para Mentiras y gordas (Albacete
y Menkes, 2009) engordé 15 kilos. Desde entonces, la gente piensa que
soy gorda. Cuando recuperé mi peso, las asociaciones de lucha contra la
anorexia se me echaron encima porque creían que era una víctima de la
industria. Cuando estrené en Italia Gli sfiorati (Matteo Rovere, 2011), se publicó que mi boca y pecho estaban operados. Tener que desmentir esto es de locos.
¿Fue su necesidad de protección lo que la llevó a no tener
cuenta de Instagram hasta hace un mes (ahora con casi 20.000
seguidores)?
Sí. Las opiniones existen, pero ahí te las dicen, quedan escritas.
Estoy a favor de la libertad de expresión. Y si alguien tiene la
necesidad de insultarte o darte los buenos días, me parece perfecto.
Pero eso sí, mis redes sociales son mi casa y ahí entra quien yo
quiero.
Transita entre personajes protagonistas y potentes secundarios. ¿Dónde se siente más cómoda?
Adoro los secundarios. Siempre digo que Brad Pitt es un secundario
maravilloso, pero no tanto como protagonista. Para interpretar un papel
principal hay que saber hacerlo, no basta con ser un buen actor. En ese
rol tienes más información para trabajar, pero el espectador también te
exige más. Darle vida a un personaje como el de Paula Echevarría en
Galerías Velvet es muy duro. Disfruto más creando un secundario potente
que la gente aprecie, como le ocurre a Cecilia Freire (Rita en esta
serie).
Ha trabajado más de dos años en Italia. ¿No tuvo miedo de que el teléfono no volviera a sonar para reclamarla en España?
No me planteaba volver, es más, aquí tenía un restaurante que se
llamaba Los Olvidados que vendí el año pasado. Pero me llamaron para la
serie y no pude decir que no. Ahora regreso a Italia para entrevistarme
para un nuevo proyecto.
En su país natal cumplió uno de sus sueños, trabajar con Dario Argento, el mito del terror europeo, y su hija Asia en Drácula.
Soy actriz por películas como las suyas, y en particular por Suspiria –un
éxito de 1977 en el que participó Miguel Bosé–. Asia me fascinó, tiene
fama de problemática, pero nada de eso, es fantástica. Y Dario también.
La gente piensa que es una persona oscura por ser un director de cine de
terror, pero necesitaba a alguien que lo acompañase al garaje por la
noche porque le daba pánico. Él trabaja con sus propios miedos.
Usted se ha desnudado en varias de sus películas. ¿Es más
machista la industria por pedir estas secuencias a mujeres y no a
hombres?
No lo sé. Como actriz, mi cuerpo es otra herramienta de trabajo. Pero
no creo que el cine sea más machista que la sociedad en general. Nuestro
caché es menor, por el mismo trabajo, y tenemos más problemas para
conseguir buenos papeles después de superada una edad.
¿En qué otras situaciones nota el machismo?
En general, todo se basa en que la mujer y el hombre están a niveles
distintos. A las actrices siempre se nos pregunta por nuestros trucos de
belleza, la maternidad, la pareja… Y se nos exige que detengamos
nuestra carrera para ser la mujer absoluta, es decir, madre. A los
hombres no.
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