Dicen los expertos que el Mundial de Fútbol de Brasil era la ocasión
perfecta para la consolidación de un nuevo Brasil moderno y boyante, ese
"gigante americano" inventado por Lula y regentado por Rouseff. Lo que
no habían considerado y quizá deberían haber tenido en cuenta aquellos
políticos brasileños con todas las esperanzas puestas en el triunfo de
su selección como motor de un supuesto impacto económico y social que
levantara el ánimo y acallara las voces de protesta sobre despilfarros y
corrupción, es el factor, o mejor dicho: el índice Gisele
(o cómo todas las empresas que han confiado en ella para representar su
imagen han credido significativamente por encima del índice del Dow
Jones).
La eterna supermodelo tuvo su sitio en la final del pasado domingo como embajadora de Louis Vuitton.
Acompañada por Carles Puyol como representante de La Roja, anterior
campeona del mundo, Gisele saltó al césped de Maracaná escoltando el
baúl de piel creado en exclusiva por la maison francesa para
transportar el trofeo de la FIFA. Bronceada, sonriente y perfecta, con
un minivestido y zapatos de la colección Crucero 2015 presentada hace
un par de meses en Montecarlo, Gisele demostró con su presencia que su
imagen vale por mil Canarinhas.
Si Brasil es técnicamente la séptima potencia económica mundial, parte
de esa poderío le corresponde seguro a su mejor "diplomática" y única
brasileña, sin ir más lejos, entre las 100 personalidades (la número 56)
con más poder en el mundo, esto es, con mayor capacidad para generar
dinero, según publicaba el mes pasado la revista Forbes.
Este ha sido además, según dicha publicación, el mejor año de Gisele en
cuanto a ingresos de las últimas dos décadas. Según sus cálculos
Bündchen se ha embolsado en 2014 un promedio de 128.000 dólares por día (94, 677.30 euros), o lo que es lo mismo, un total de 47 millones de dólares (casi 35 millones de euros).
Y eso sin pisar una sola pasarela, o solamente un par de ellas: Gisele
desfiló en exclusiva para Balenciaga en febrero pasado y para Colcci en la Sao Paolo Fashion Week
del mes de abril, aunque solamente como gancho y por exigencia del
guión ya que la modelo es imagen de ambas marcas de cara al próximo
otoño-invierno.
A la brasileña de 33 años hace ya muchas temporadas que no le hace
falta chuparse el circuito internacional de Semanas de la Moda. Su
negocio, y el de las marcas que la contratan para aumentar sus ventas,
está claramente en la publicidad. Así, además de Balenciaga y Colcci,
Gisele protagoniza las campañas invernales de Isabel Marant, Emilio
Pucci, Stuart Weitzman, sustituyendo a Kate Moss, y próximamente Chanel No.5,
sustituyendo a Brad Pitt y dirigida por Baz Luhrmann. Bündchen, imagen
de Pantene en su país natal y Estados Unidos (al poco tiempo de su
nombramiento las ventas de la compañía en Brasil aumentaron en un 40 %)
tiene además una línea de sandalias y de lencería, esta última en
colaboración con el Victoria's Secret brasileño. Con semejantes
cifras, es una lástima que las perspectivas de crecimiento de la
economía brasileña de aquí a las Olimpiadas no se correspondan con las
de su modelo más famosa.
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